sábado, 10 de noviembre de 2012

9. Las visiones del Buscador


IX. Las visiones del Buscador . . .


 Todo se ha ceñido ya en azabache. En derredor, las macilentas sombras de los antiguos espíritus se yerguen alrededor de mi frío cuerpo, yacente en el suelo. Desde su cruento silencio, entonan un viejo salmo, que no son sino himnos antiguos de mis locuras pasadas. Me siento doblegado a su voluntad. No siento el calor de antaño, tampoco la presencia del Caminante que, no obstante y, siempre presente en mi mente, sin duda no le será desconocido lo que con dolor he de soportar.

Desde mi salto al vacío, que diera en aquel aciago día en el que mis sueños y esperanzas  no eran sino como el tenue resplandor de una raída moneda que, hundida en el fondo del estanque, fuera arrojada una vez por vano cumplimiento de un anciano deseo, no he podido aún desmenuzar lo suficiente tales pesadillas como para quemarlas en el fuego del olvido. No desde la caída. No he vuelto a contemplar, desde aquellas cumbres en lontananza, tu dulce mirada, mi dama, aquella que un día fuera mi más ferviente anhelo, imbuido con la esencia de todo lo que,  por el orden de una figurante causalidad, fuera bello y auténtico. 

Mas ahora, justo antes del abandono, aquí rodeado de tal áspera inmutabilidad, vienes una vez más a mis sentidos... no a mis ojos, ni a mis oídos; tampoco a mi tacto. Pero sí a los que de verdad son sensibles ... al interior de mi alma, de mi conciencia, que es embalsamada con los ungüentos de tu recuerdo.  Fui devoto una vez, sí, lo admito ... fui sirviente de tus encantos, de tus maneras, de tu gracilidad vaporosa con la que suavemente me acariciabas sin tocarme, me abrazabas mil instantes, me besabas sin saciarte. ¡ Cual vívidos son ahora aquellos momentos !. Pero se mezclan, se amalgaman sanguinolentos a través de un alambique oxidado.. pasado , presente y futuro ya no existen. Solo existías tú, en aquel momento.. y ahora, contemplando un lejano precipicio que una vez quedó abierto a mis pies ... en la tierra permanezco inmóvil.

La gravedad fue mi último acompañante, tras el estrepitoso salto que, a ciegas, por no perder aquellos sueños, sin duda dí. Pero ahora ya no existe, tampoco el tiempo, que ahora se burla en vaivén del espectáculo que ante él se representa. Ha decidido no actuar esta vez, tan sólo contemplar como su ausencia paraliza el suturar de mis heridas.. pues ya no cicatrizan. No se desvanecen las llagas de la caída, tampoco acelera la culminación de mi descenso. Un descenso a los infiernos, demonios interiores que vagan en mi presencia, dejándome defenestrado en mi soledad.
Sin embargo, y a pesar de mi desazón ... todo permanece inmóvil. Puesto que allá a lo lejos, en el horizonte, cierta estrella de Ofiuco, fugaz entre sus hermanas, ardía en el firmamento, desconocedora de que hubo un tiempo en el que este afable Buscador escrutaba su estela desde la distancia, esperando un día ser tocado por su preferencia . . .   













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