jueves, 22 de marzo de 2012

4. Los sueños del viajero . . .

IV.  Los sueños del viajero . . .


En ciertos recodos de cada senda recorrida a diario, el Caminante y yo elegimos, por costumbre, un lugar apartado, escondido, quizá recóndito, algo "nuestro", como refugio para descansar, tras un cierto avance y algunos pasos desandados. 

Tenue penumbra que da paso uniforme a la oscuridad. En ese momento de la existencia, uno se siente desnudo ante sí mismo, con sus pensamientos, y no conforme con eso, con pensamientos ajenos en ocasiones. No es la primera vez que, tras una incierta luz proveniente de algún lugar lejano, contemplo el semblante lívido de mi acompañante. Mirándome desde el otro lado, se diría, no en vano, que puede ver a través de mí, de mi alma, interaccionar con ella, removerla; sin embargo sé que su mirada está puesta más allá en estos momentos de la noche, en un lugar a veces innacesible.

Rodeado por tal ceremonial silencio, mis ojos se cierran para dar rienda suelta a un mundo onírico, que se moldea a sí mismo a cada momento, y que no diría, sin embargo, que se distancia demasiado de la realidad. Puesto que este viaje, que es esta vida misma, es tan abstracta, alienable, ininteligible...cada paso recorrido es un sueño en sí mismo. Pero en los sueños, los deseos y desazones se entremezclan y se retuercen hasta unirse en diminutas bifurcaciones, como millares de autopistas minúsculas que se dividen y dividen hasta confundirse. 

Y una vez más, ahí están los ojos, la mirada del Caminante, observándome, hablándome con palabras cuyo sonido se desvanece antes de ser recibido en mi cabeza, pero siempre presente, a veces diría que llamándome, como una invitación a entrelazar mis sueños con los suyos, a ser yo caminante en su búsqueda, a imitar su papel, tótem permanente de mis aciagas soledades y esperanzas encumbradas. Pasado, futuro, y un titilante presente, se han sumergido ya en un gran sueño, cohesión de dolor y alegría, fuerza y debilidad. Y tras el huracán de imágenes, pasados como fotogramas de pátina desgastados, entre ellos sus ojos, que se acercan, se acercan cada vez más, todo su ser . . .


Sí, compañero. Tu mano en mi hombro me despierta, me indica que es la hora de partir, y tu rostro risueño, apenas contemplarlo una vez más, me llama a la lucha, una vez más, contra los obstáculos del camino.



¿Quièn está guiando a quién ?



miércoles, 21 de marzo de 2012

3. Nuestro "reflejo" . . .

III. Nuestro "reflejo" . . .


No son pocos los obstáculos que mi acompañante, el "Caminante", y yo mismo, el gran buscador, nos encontramos a menudo en nuestro periplo por el mundo. Frente a toda una racha de inefables encuentros con el destino, solamente poseemos nuestras manos desnudas y nuestros pies descalzos, preparados, eso sí, para superar los escarpados riscos del acantilado a través del cual nos movemos. 

Diríamos, más bien, que a la vista de un segundo de reflexión, nuestra más aferrada idea, ( inculcada como siempre desde la  fertilidad de la mente ) que son dichas gentes, aquellas que se cruzan delante de nosotros, las que, tras un velo de aparente y apelmazada mansedumbre, son nuestro principal obstáculo. Percibimos de forma errática e inconsciente a nuestros pequeños demonios encarnados en piel y vestidos con los más opulentos diseños. Pareciera que, uno tras otro, y de una forma ya descrita anteriormente, que con tal pasividad y calma nos van arrinconando hasta quedarnos con un pequeño sendero, tan complicado de recorrer que a veces nos ahogara. Más aún, supervisando nuestra percepción, que todos ellos formaran parte de un fibroso entramado etéreo que nos une y nos separa, una y otra vez, hasta lograr su objetivo y cubrir todas las posibilidades.

Nada más lejos de la realidad, mi ya omnipresente compañero el Caminante y yo encontramos el màs duro de los obstáculos, nuestra auténtica barrera a superar. Ya que, en tal ocasión, atraído por alguna de las maravillas inalcanzables del horizonte, mis pies se encuentran con el vacío tras la roca, quedando entre la salvación y yo mismo, tan sólo la mano que el Caminante ha tendido, justo a tiempo para sujetarme, mientras me balanceo sin voluntad . . . y justo aquí, en este momento, todo cobra sentido. ¿ Quién está sujetando a quién ? puesto que, como se suele decir " lo que es arriba es abajo"; la firmeza se vuelve precipicio y la caída se vuelve tierra firme. No existe una gravedad circundante, el tiempo se detiene; tan sólo dos brazos, uno sujetando al otro, sin horizontalidad ni verticalidad; ya no es mi compañero, el Caminante, el que me sujeta, sino un reflejo de mí mismo, invertido. Me alzo a mí mismo, entonces, para volver a la senda, aquella que promete una llegada en términos de inmortalidad. Ante mí , pues, vuelvo a ver el rostro de mi acompañante, que ha sido, durante unos instantes, mi propio reflejo.

Apenas la tercera "gran percepción" ha surgido, he podido darme cuenta de todo. Fueron mis propios anhelos, aquellos que deseaban alcanzar, ¡tocar! los sueños del mismo Caminante que a menudo evoca en sus pensamientos al mirar al horizonte, los que me empujaron a dar un paso en falso. Fui empujado por mi propio reflejo, aquel que deseara fundirse con el confín que el Caminante otea. También fui salvado por mí mismo, o por lo que se refleja de mí en mi  acompañante. 

Ahora tan sólo me quedan las cuestiones que me acometen, antes de continuar la marcha. ¿ Puedo llegar a ser yo también un reflejo de tu ser, Caminante ? ¿ Fui salvado por ti o por lo que tú reflejas de mí ?  ¿ Has sido, acaso, tú mi obstáculo o he sido yo mismo, intentando ser yo el objeto de tu  mirada ? 

Hablemos de ello, mientras caminamos.

lunes, 19 de marzo de 2012

2. La sombra del "Caminante" . . .


II. La sombra del "Caminante" . . .


¿ Qué me dices de tí, austero Caminante ?

Aquel que regala un eco a mis pisadas, un rastro más amplio, . . algo que debiera entallar nuestra distancia, y,  ¡sí! lo hace , por supuesto que lo hace. En silencioso y profundo anhelo, las ya desvencijadas tramas de la separación se desintegran, y por fin , nos hallamos en nuestra desnudez temprana.

Sumergidos en tal profunda complicidad, avanzamos silenciosos por las escarpadas orillas del mundo. Juntos contemplamos el devenir del océano, siempre cambiante . . pero siempre el mismo. Y es en ese preciso instante cuando la mirada del  Caminante se torna infinita, contemplando un horizonte que es espejo de toda su vida; y la distancia que separa su mirada del crepúsculo se mella, se disuelve, y se hacen uno. y es, en ese preciso instante, cuando el Caminante y yo nos separamos por un momento, un lapso aletargado, donde me quedo quieto, inmóvil, compañero de su sombra. Segundos eternos, que me hacen comprender que mi compañero de viaje está recorriendo su propio camino, breve, pero solitario.

Es entonces su sombra, el demiurgo elegido, quien me hace partícipe de su caminar. Me susurra que otrora fuera un solitario peregrino, viajero imperturbable que dejaba huellas profundas a su paso, tomando y conservando diversos presentes y,  entregando otros a cambio , continuaba, y sentía viveza en su corazón. Numerosos fueron los destinos, mas ahora ha terminado siendo mi preciado acompañante. Díjome que, de  un momento a otro, esté atento, pues su mirada volverá de nuevo a mí, al camino, para proseguir. Que es en ese momento cuando callará ella misma ( su sombra ), y sólo volverá a hablarme cuando el Caminante, respondiendo a una misteriosa llamada de su interior, vuelva a elevar la vista al horizonte. En ese momento, volverá su sombra a hablarme, puesto que ella será intérprete anodino de su ser, tan solo en aquellos momentos en los que yo, el Gran Buscador, no tenga acceso a su interior, y sea, tal vez, protagonista espontáneo de un oscuro ostracismo, que, aunque frugal, me alejará del Caminante para  luego encontrarnos de nuevo y retornar, una vez más, al reinicio de la marcha.
¿ Me miras a mí,  Caminante ? Sí, por supuesto que es a mí. Prosigamos nuestro andar . . .


viernes, 16 de marzo de 2012

1 .Esta es mi senda . . .


I. Esta es mi senda . . .


Estas letras, y estas palabras, no pertenecen a ningún escrito predefinido, deliberado; ni tampoco algo estructurado, puesto que ni en mi misma mente se completa en estructura.

Estos son retazos de mi senda, de mi camino, tan matizado en detalles que se entremezclan, algunos se colapsan y ebullen para dar paso a otros nuevos, más complejos, que a su vez siguen el mismo proceso. Porque así funciona la mente, como un bucle infinito cada vez más enrevesado.

Mi senda es sinuosa, abrupta a veces, y aunque sé que el destino final será, invariablemente, el mismo, es mutable, extensible, moldeable, abstracta a veces, como un pensamiento figurado que es distinto cada vez que es evocado.

Tengo un compañero de viaje, alguien a mi lado en el camino, que es capaz de percibir, de seguir las voluptuosidades, las visicitudes, y cambios de gravedad, de este sendero, que parece, en ocasiones, como pequeños maderos flotantes sobre una masa inmensa de agua.  Y aunque ese compañero, tiene su propio sendero, porque, digamos, que es el "Caminante", con sus propios destellos de cambio en su recorrido . .  es capaz de entrelazar en ocasiones sus hebras con las mias, y recorrer el sendero juntos.  El Caminante, y yo mismo.

El recorrido cambia por momentos, tanto como cambian las descripciones sobre él descritas; así como se retuerce por momentos, así se retuerce su descripción. Pues como he dicho, no puede ser posible, no existe una estructura sólida descriptible para algo que no es inmutable.

Aun así, vámonos, Caminante,  adentrémonos, un día más, en los efímeros pasos que a recorrer se nos invita, efímeros, sí, pero de lóngevas huellas. Recorramos las estrechas vías, amplios recodos, mundos.. sin fin, que son la vida misma, tan imposible de describir que ni en simbiosis con esta alegoría narrada desde el comienzo, pueda ser acogida en el hogar del entendimiento.





El Gran Buscador.