miércoles, 21 de marzo de 2012

3. Nuestro "reflejo" . . .

III. Nuestro "reflejo" . . .


No son pocos los obstáculos que mi acompañante, el "Caminante", y yo mismo, el gran buscador, nos encontramos a menudo en nuestro periplo por el mundo. Frente a toda una racha de inefables encuentros con el destino, solamente poseemos nuestras manos desnudas y nuestros pies descalzos, preparados, eso sí, para superar los escarpados riscos del acantilado a través del cual nos movemos. 

Diríamos, más bien, que a la vista de un segundo de reflexión, nuestra más aferrada idea, ( inculcada como siempre desde la  fertilidad de la mente ) que son dichas gentes, aquellas que se cruzan delante de nosotros, las que, tras un velo de aparente y apelmazada mansedumbre, son nuestro principal obstáculo. Percibimos de forma errática e inconsciente a nuestros pequeños demonios encarnados en piel y vestidos con los más opulentos diseños. Pareciera que, uno tras otro, y de una forma ya descrita anteriormente, que con tal pasividad y calma nos van arrinconando hasta quedarnos con un pequeño sendero, tan complicado de recorrer que a veces nos ahogara. Más aún, supervisando nuestra percepción, que todos ellos formaran parte de un fibroso entramado etéreo que nos une y nos separa, una y otra vez, hasta lograr su objetivo y cubrir todas las posibilidades.

Nada más lejos de la realidad, mi ya omnipresente compañero el Caminante y yo encontramos el màs duro de los obstáculos, nuestra auténtica barrera a superar. Ya que, en tal ocasión, atraído por alguna de las maravillas inalcanzables del horizonte, mis pies se encuentran con el vacío tras la roca, quedando entre la salvación y yo mismo, tan sólo la mano que el Caminante ha tendido, justo a tiempo para sujetarme, mientras me balanceo sin voluntad . . . y justo aquí, en este momento, todo cobra sentido. ¿ Quién está sujetando a quién ? puesto que, como se suele decir " lo que es arriba es abajo"; la firmeza se vuelve precipicio y la caída se vuelve tierra firme. No existe una gravedad circundante, el tiempo se detiene; tan sólo dos brazos, uno sujetando al otro, sin horizontalidad ni verticalidad; ya no es mi compañero, el Caminante, el que me sujeta, sino un reflejo de mí mismo, invertido. Me alzo a mí mismo, entonces, para volver a la senda, aquella que promete una llegada en términos de inmortalidad. Ante mí , pues, vuelvo a ver el rostro de mi acompañante, que ha sido, durante unos instantes, mi propio reflejo.

Apenas la tercera "gran percepción" ha surgido, he podido darme cuenta de todo. Fueron mis propios anhelos, aquellos que deseaban alcanzar, ¡tocar! los sueños del mismo Caminante que a menudo evoca en sus pensamientos al mirar al horizonte, los que me empujaron a dar un paso en falso. Fui empujado por mi propio reflejo, aquel que deseara fundirse con el confín que el Caminante otea. También fui salvado por mí mismo, o por lo que se refleja de mí en mi  acompañante. 

Ahora tan sólo me quedan las cuestiones que me acometen, antes de continuar la marcha. ¿ Puedo llegar a ser yo también un reflejo de tu ser, Caminante ? ¿ Fui salvado por ti o por lo que tú reflejas de mí ?  ¿ Has sido, acaso, tú mi obstáculo o he sido yo mismo, intentando ser yo el objeto de tu  mirada ? 

Hablemos de ello, mientras caminamos.

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