martes, 22 de mayo de 2012

6. Travesía por el firmamento . . .


VI.  Travesía por el firmamento . . .

Enfrentados con un precipitado abismo, la eterna grieta del vacío se extiende ante nosotros como una transversal mueca que nos lanza el destino, el universo. Todos aquellos indicios y señales descubiertas que nos han conducido a mi compañero y a mí mismo a través de tantas etapas, errantes y aun así , guiados... han determinado que nuestros pasos encontraran su incierto antagonismo aquí delante, a tantas y tantas leguas desde que vadeáramos la Gran Cumbre.

No es, sin embargo, la adusta taciturnidad de mi ya viejo camarada el Caminante desconocida ante un obstáculo como el que se nos enfrenta. Como si cada palabra pronunciada por el ser humano mantuviera un oscuro oprobio, mi compañero se ha ido manteniendo silencioso, vigilante, noche tras noche. Mas no obstante, su misterioso ser se ha declarado como anónimo filántropo de mi mundo interior, conociendo cada pregunta antes de ser formulada y derivando mis dispersos pensamientos en ocasiones por veredas más directas hacia mi rumbo. Y una vez más, ¡ así es !.  De una forma indescriptible para la razón ( que no para el corazón ), vuelve el peregrino a guiar a su camarada, con un lenguaje misterioso; no hablado , pero sí humano. Puesto que donde termina la palabra y su verbo, comienza el verdadero lenguaje del alma, desprovisto de alfabeto, pero conciso más que nunca en  el significado. 

Elevamos la mirada al cielo nocturno, y allí, entre los refulgentes mares de luceros y candescentes soles, se halla nuestra guía y mi respuesta.  Donde todos los senderos de arena terminan, y el polvo ha erosionado lentamente nuestros pies, se encuentra un nuevo mapa, que nos conduce una vez más, hacia nuestro destino. Todas las señales quedan claras en mi mente, como si de un antiguo astrolabio se tratase; A través de cierto rumbo mostrado por las estrellas, puedo encontrar de nuevo el camino, oculto desde un principio pero visible ahora, más nítido que nunca. Así es mi guía hacia mi destino: elevar la mirada al cielo cuando el abismo se muestra. Es un cielo cercano, mostrado y reflejado no solo tras las nubes, sino en la persona que me guía a mí mismo, silueta y contorno, figura risueña que alcanza mi mano y yo la suya. Ella que me conduce hacia mi meta.


Y así, quedan unidos dos mundos separados por un universo. Como el más perfecto de los sextantes, tales indicaciones nos conducen por los más extraños mundos, los más exóticos parajes... las más singulares vidas. Medidas desmesuradas y pasos infinitos. Y todo para alcanzar otra etapa más en el camino. Y todo gracias a mi viejo compañero el Caminante, que  me ha llevado surcando la bóveda celeste. Casi como... metamorfoseado en reluciente estrella.



Dejando mis huellas en el firmamento, se desvanece entonces la distancia entre mi ser y mi destino: Estrella de Ofiuco. 







Pero . .  ¿ no eres tú misma la que me guía ?












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